Diferencia entre revisiones de «Sacerdotes de la Guerra»

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Todo héroe que lidere un batallón puede sentirse orgulloso si cuenta con un sacerdote de la guerra entre sus líneas de batalla. No solo porque estos sacerdotes pueden llegar a medir dos metros y medio, sino porque además tienen un aspecto aterrador que les otorga ventajas en la lucha y les consigue respeto entre el resto del batallón. A un sacerdote de la guerra se le puede reconocer fácilmente porque siempre lleva conisgo un libro de magia de tiempos remotos y un poderoso, a menudo encantado, martillo de armas. Además, viste con un elegante equipo compuesto de túnica y armadura. Su cara está desfigurada y repleta de cicatrices. Los sacerdotes de la guerra dominan los artes de la antigua magia y pueden convertirse en discretos monjes. De vez en cuando ocurre que algún sacerdote “se pierde” y permanece en alguna ciudad hasta el día en que su maestro viene a buscarlo. Cualquier mago debería saber que todas las criaturas del mundo rehúyen a los sacerdotes de la guerra, y esto pasa tanto en los batallones como en los palacios, en las ciudades de los hombres y en las de los magos. Esto no es de extrañar, pues a todas horas están mascullando formulas o rezos, con lo que se les tiene por “lúgubres” y siempre permanecen con aquellos que son sus iguales. En el combate y en el batallón siempre se ha de procurar que los sacerdotes no marchen ni lunchen nunca al lado de los niños del poder. Pues la risa de los niños les pone “enfermos”, les enfurece de tal modo que les sobreviene un ataque de ira y, una vez en este estado de locura, no hay nada que los detenga. Se dice que en la lucha podrían incluso derretir el hielo o incluso el metal con solo sus palabras. Pero hay que ser precavidos, pues como ya se ha dicho, todo sacerdote de la guerra se enfurece con facilidad y cuando les sobreviene un ataque de rabia, a menudo no pueden controlar sus acciones. Con todo, una cosa es segura: quienquiera que salga ganador en un enfrentamiento con él, siempre dejará un muerto tras si. Los escritos del tiempo dicen que los sacerdotes de la guerra constituyeron en su día una raza propia, independientes de los magos y sus palacios y que eran servidores de las sombras. Pero un día se les arrinconó, se les arrastró fuera de las profundas tinieblas y se les encerró en una cárcel mágica que existe para siempre. Los Felúndin le asignaron un hechizo a toda criatura de la luz o las sombras que estuvo en aquella cárcel y cualquier mago, ya pertenezca a la luz o las sombras, tiene acceso a él.'
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Todo héroe que lidere un batallón puede sentirse orgulloso si cuenta con un '''sacerdote de la guerra''' entre sus líneas de batalla. No solo porque estos sacerdotes pueden llegar a medir dos metros y medio, sino porque además tienen un aspecto aterrador que les otorga ventajas en la lucha y les consigue respeto entre el resto del batallón. A un sacerdote de la guerra se le puede reconocer fácilmente porque siempre lleva conisgo un libro de magia de tiempos remotos y un poderoso, a menudo encantado, martillo de armas. Además, viste con un elegante equipo compuesto de túnica y armadura. Su cara está desfigurada y repleta de cicatrices. Los sacerdotes de la guerra dominan los artes de la antigua magia y pueden convertirse en discretos monjes. De vez en cuando ocurre que algún sacerdote “se pierde” y permanece en alguna ciudad hasta el día en que su maestro viene a buscarlo. Cualquier mago debería saber que todas las criaturas del mundo rehúyen a los sacerdotes de la guerra, y esto pasa tanto en los batallones como en los palacios, en las ciudades de los hombres y en las de los magos. Esto no es de extrañar, pues a todas horas están mascullando formulas o rezos, con lo que se les tiene por “lúgubres” y siempre permanecen con aquellos que son sus iguales. En el combate y en el batallón siempre se ha de procurar que los sacerdotes no marchen ni lunchen nunca al lado de los niños del poder. Pues la risa de los niños les pone “enfermos”, les enfurece de tal modo que les sobreviene un ataque de ira y, una vez en este estado de locura, no hay nada que los detenga. Se dice que en la lucha podrían incluso derretir el hielo o incluso el metal con solo sus palabras. Pero hay que ser precavidos, pues como ya se ha dicho, todo sacerdote de la guerra se enfurece con facilidad y cuando les sobreviene un ataque de rabia, a menudo no pueden controlar sus acciones. Con todo, una cosa es segura: quienquiera que salga ganador en un enfrentamiento con él, siempre dejará un muerto tras si. Los escritos del tiempo dicen que los sacerdotes de la guerra constituyeron en su día una raza propia, independientes de los magos y sus palacios y que eran servidores de las sombras. Pero un día se les arrinconó, se les arrastró fuera de las profundas tinieblas y se les encerró en una cárcel mágica que existe para siempre. Los Felúndin le asignaron un hechizo a toda criatura de la luz o las sombras que estuvo en aquella cárcel y cualquier mago, ya pertenezca a la luz o las sombras, tiene acceso a él.'
  
 
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Última revisión de 12:59 11 nov 2009

Criaturas
Carros de Unicornio • Centauro Histérica • Centauros Salvajes • Duendes • Elfos mago • Enanos con Hacha de Doble Filo • Enanos que blanden el Hacha • Gigantes Árbol • Guerreros del Hielo • Hadas de la Tormenta • Hadas del Fuego • Huevos de Dragón • Niños del Poder • Sacerdotes de la Guerra • Semigigantes Cantores • Tiradores de arco élfico • Troles Lanzadores de Piedras
Sacerdotes de la Guerra
Sacerdotes de la Guerra
Valores
Ataque: 4
Defensa: 4
Vida: 65
Velocidad: 4 tpt
Puntos: 17
Destrezas
4 veces más: Niños del Poder
2 veces más: Guerreros del Hielo
Ineptitudes
4 veces más: Centauros Salvajes
2 veces más: Enanos que blanden el Hacha
Costo de invocación
Esencias Esencias 650
Lascas de Cristal Lascas de Cristal 570
Piedras de Poder Piedras de Poder 250
Resina de Oro Resina de Oro 320
Maná Maná 10
Reavivación en: Capullo Xhodotoriense
Espacio: 40
Revivir en chamán
Piedras de Poder Piedras de Poder {{{Piedras de Podero}}}
Hongos Hongos {{{Hongos}}}
Requisitos
Fuente Bélica: Nivel 20
Capullo Xhodotoriense: Nivel 3
Árbol de la Vida: Nivel 15


Todo héroe que lidere un batallón puede sentirse orgulloso si cuenta con un sacerdote de la guerra entre sus líneas de batalla. No solo porque estos sacerdotes pueden llegar a medir dos metros y medio, sino porque además tienen un aspecto aterrador que les otorga ventajas en la lucha y les consigue respeto entre el resto del batallón. A un sacerdote de la guerra se le puede reconocer fácilmente porque siempre lleva conisgo un libro de magia de tiempos remotos y un poderoso, a menudo encantado, martillo de armas. Además, viste con un elegante equipo compuesto de túnica y armadura. Su cara está desfigurada y repleta de cicatrices. Los sacerdotes de la guerra dominan los artes de la antigua magia y pueden convertirse en discretos monjes. De vez en cuando ocurre que algún sacerdote “se pierde” y permanece en alguna ciudad hasta el día en que su maestro viene a buscarlo. Cualquier mago debería saber que todas las criaturas del mundo rehúyen a los sacerdotes de la guerra, y esto pasa tanto en los batallones como en los palacios, en las ciudades de los hombres y en las de los magos. Esto no es de extrañar, pues a todas horas están mascullando formulas o rezos, con lo que se les tiene por “lúgubres” y siempre permanecen con aquellos que son sus iguales. En el combate y en el batallón siempre se ha de procurar que los sacerdotes no marchen ni lunchen nunca al lado de los niños del poder. Pues la risa de los niños les pone “enfermos”, les enfurece de tal modo que les sobreviene un ataque de ira y, una vez en este estado de locura, no hay nada que los detenga. Se dice que en la lucha podrían incluso derretir el hielo o incluso el metal con solo sus palabras. Pero hay que ser precavidos, pues como ya se ha dicho, todo sacerdote de la guerra se enfurece con facilidad y cuando les sobreviene un ataque de rabia, a menudo no pueden controlar sus acciones. Con todo, una cosa es segura: quienquiera que salga ganador en un enfrentamiento con él, siempre dejará un muerto tras si. Los escritos del tiempo dicen que los sacerdotes de la guerra constituyeron en su día una raza propia, independientes de los magos y sus palacios y que eran servidores de las sombras. Pero un día se les arrinconó, se les arrastró fuera de las profundas tinieblas y se les encerró en una cárcel mágica que existe para siempre. Los Felúndin le asignaron un hechizo a toda criatura de la luz o las sombras que estuvo en aquella cárcel y cualquier mago, ya pertenezca a la luz o las sombras, tiene acceso a él.'